jueves, 4 de diciembre de 2008
Hórreos y paneras modernos o cómo hemos perdido el Norte.
Se dice que estamos ante un resurgir de "lo rural". La gente restaura sus casas en el pueblo o se van de turismo rural a una casa con "encanto", pero, ¿de verdad nos gusta ese mundo o más bien el que nos estamos inventando?
Nuestros pueblos se parecen cada vez más a un resort diseñado para el turismo de la ciudad, y una prueba más de ello es la reinterpretación que están sufriendo los hórreos y las paneras de Asturias.
Estos almacenes tradicionales abundaban en las aldeas. Fueron diseñados para guardar la cosecha en un lugar seco, ventilado y aislado del suelo a través de sus bloques de piedra. Todos estaban hechos en madera de castaño, que con los años adquiría un color grisáceo tan en consonancia con el paisaje del norte.
La vida agro-ganadera desaparece de los pueblos, y la mayoría de las casas se convierten en residencias de fin de semana. Otras se dedican a alojar turistas que celebran lo bien que se pasea por los pueblos sin vacas y olor a abono, que ahora da gusto. Y dentro de este mundo y del deseo por crear un Disney Wordl de lo rural, empiezan a aparecer los nuevos hórreos.
Por unos 6.000 € se puede encargar. Con la ventaja de ser un bien mueble, se puede situar en una finca no edificable y convertirlo en una casita para disfrutar de lo que creemos que es el campo. Estas afrentas de madera cuentan con un amplio salón dotado de ventanas (¡ventanas, Dios mío!) para disfrutar de las vistas. Las contraventanas exteriores de región alpina son otra opción muy solicitada. La madera ya no tiene el mal aspecto tradicional, sino que es entregada con una acabado impecable, con un barniz brillante que reluce al sol. Además, para alejarnos de las austeras ranuras de ventilación tradicionales, podemos elegir infinidad de motivos para colocar entre una y otra ventana.
Es difícil ver un hórreo cargado de fabas o maíces en año de buena cosecha. Lo habitual empieza a ser toparse con un turista que lee el periódico en el corredor de su hórreo barnizado o prepara una barbacoa en el lugar destinado a guardar el carro.
Esto es sólo una muestra más del sinsentido que vive la arquitectura rural. La función del hórreo está más que olvidada, pero la estética tampoco es de nuestro gusto, porque, desengañémonos, lo rural no gusta. Miles de hórreos se caen cada año mientras cientos de estos encantadores "recuerdo de Asturias" inundan nuestros pueblos despojándolos de su dignidad.
Si tan sólo dedicásemos un momento de reflexión antes de hacer este tipo de atrocidades, tal vez los pueblos seguirían siendo pueblos.
martes, 25 de noviembre de 2008
Villa Excelsior
En un camino apartado de Barcellina, muy cerca de Luarca, sobrevive a duras penas una casa que llama la atención por su lujo. Su cúpula verde asoma entre los árboles pidiendo auxilio.
Esta vivienda fue mandada construir en 1911 por Manuel Méndez de Andés, indiano enriquecido en Argentina gracias a su próspera fábrica de tabaco La Abundancia, que comercializaba los cigarros "Excelsior". Dejó el proyecto de su casa en manos de Manuel del Busto (ver "Manuel del Busto, arquitecto"), que se encontraba entonces levantando el Casino de Luarca.
La casa aún sigue impresionando por sus dimensiones, el juego de volúmenes que hipnotiza al que la contempla, sus vidrieras de lazos y su cúpula de escamas verdes. Mármoles y maderas exóticas adornaban el interior. Los muebles fueron comprados en Londres en la Casa Maple (conocida por aquel tango), transportados a Luarca en barco. Además, contaba con agua corriente y calefacción ya en su inauguración en 1914. La sala de billar, de dos alturas, recorrida por una barandilla de caoba e iluminada por una vidriera, reparte las demás (incontables) habitaciones. El último piso está reservado al servicio, y desde la cúpula se contempla una vista privilegiada, con las montañas, la rasa costera y el mar al fondo. Separada de la casa, la vivienda de los caseros y las caballerizas. Allí guardaban uno de los dos únicos coches que circulaban por Luarca en esos años.
El jardín fue diseñado por un jardinero de la Corte, que incluyó en él árboles de raras especies únicos en la zona, así como paseos, una pista de tenis y una fuente recorrida por una columnata.
Las fiestas que organizaba el matrimonio y sus seis hijos eran conocidas en toda la zona.
Manuel Andés vivía entre Argentina y Luarca, mientras su mujer y sus hijos se asentaron en Villa Excelsior. Este esplendor fue breve: la fábrica comenzó a ir mal, y la afición a las apuestas y la excesiva generosidad de Don Manuel acabaron con la época de bienestar. Tal vez por eso, ya arruinado, se negó durante años a regresar a Luarca, temeroso de enfrentarse al fracaso. El destino le evitó esta vergüenza, ya que murió en el barco que lo traía de regreso a España.
Tras los escasos años de bonanza económica, Villa Excelsior se hunde en un declive que dura hasta hoy. Una hija de Don Manuel fue su última habitante, viviendo ya en la ruina y escuchando cómo por las noches entraban en la casa para robar mientras ella se encerrada en su habitación.
Tras su muerte, los muebles fueron robados, y la casa permanece abierta, sirviendo de campamento de ocupas y lugar de botellones. Las vidrieras están reventadas a pedradas, la humedad se adueña de toda la casa, y la vegetación tampoco ayuda. Un piano maltrecho despojado de sus teclas de marfil habla de las reuniones de la alta burguesía. Los buenos materiales se resisten, brillando la caoba y el mármol como el primer día.
Ahora la casa de los caseros acoge una explotación ganadera, y el jardín, sin protección oficial alguna, desaparece según las necesidades del pastor.
Los herederos no se ponen de acuerdo para su venta, aunque hubo ya varios intentos. Villa Excelsior no resistirá mucho más tiempo. La recordaremos como una Atlántida que creeremos haber soñado, porque dudaremos de que tanta belleza haya existido; y si hubiese sido real, nadie la dejaría morir.
viernes, 21 de noviembre de 2008
Santa Catalina: una feria rescatada del pasado.
En el año 2003, los concejales del Ayto. de Valdés ojeaban un libro sobre fotografías antiguas de Luarca. Fue entonces cuando, recordando el auge que había tenido la feria anual de Santa Catalina, decidieron recuperar la tradición, olvidada durante medio siglo.
Desde entonces, todos los años tiene lugar esta feria de ganado, que se celebrará los días 29 y 30 de Noviembre. No son muchos los ganaderos que acuden al encuentro, y no creo que sean muchos los tratos que allí se cierran. Sin embargo, el poder disfrutar de ella es todo un privilegio. Terneras autóctonas perfectamente peinadas y caballos relucientes posan orgullosos para un público desgraciadamente poco acostumbrado a ver estos ejemplares.
A principios de siglo la feria debía de ser todo un acontecimiento, congregando a ganaderos de todo el concejo (en la fotografía, imagen de la Feria hacia 1903). A pesar de la escasa asistencia, esta recuperación de la tradición merece un aplauso, y esperamos que sea tomada como modelo en futuras ocasiones.
En Asturias cualquier excusa es buena para comer bien. Santa Catalina nos trae además los callos otoñales, que se sirven en todos los restaurantes acompañados de patatas fritas.
Disfrutad de este tipo de celebraciones auténticas siempre que tengáis oportunidad, porque puede que dentro de 50 años ni siquiera queden vacas para hacer una recreación.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Manuel del Busto, arquitecto.
Manuel del Busto es uno de los arquitectos más conocidos y prolíficos de la Asturias de la primera mitad del siglo XX.
Hijo de emigrantes españoles, nació en San Rosendo, Cuba, en 1874. Al enviudar su padre regresaron a España y se establecieron en Avilés. Tras haber estudiado arquitectura en Madrid, regresó a Asturias para comenzar una amplísima y variada producción que está presente en diversos puntos de la región.
Su obra puede dividirse en cuatro periodos, en los que el cambio de estilo es patente:
- Primera época (1898-1922): es la etapa de formación. Realiza entonces los edificios que se consideran más llamativos, por lo vistoso de sus decoraciones y formas caprichosas. Desarrolla un eclecticismo propio de un cuento. Algunas de sus obras son el Teatro Palacio Valdés (Avilés), el edificio del Banco Herrero (Oviedo), la Banca Trelles (Luarca), el ayuntamiento de Luarca, el Círculo Liceo (Luarca)(en la fotografía), o el Teatro Robledo (Gijón).
- Segunda época (1923-1927): etapa cubana. El arquitecto levanta un edificio en su país natal; es el Centro Asturiano de La Habana, que se puede ver en la fotografía. Centro social de los asturianos emigrados a esas tierras, se levanta para competir con el Centro Gallego, situado a escasos metros. Sus dimensiones y belleza son espectaculares. Tras años duros, hoy alberga el Museo de Bellas Artes.
- Tercera época (1928-1939): etapa art-decó y racionalista. Trabaja en colaboración con su hijo Juan Manuel del Busto González. Destacan los cines Natahoyo, Roxi y Astur en Gijón, el cine Santa Cruz en Oviedo, y la estación de autobuses ALSA de Gijón (mutilada tras sufrir un derrumbe en las dársenas recientemente). Son edificios de líneas rectas y con un estilo menos asimilable por el gran público que los anteriores. Tal vez eso haya condenado a muchas de sus obras a ser víctima de la piqueta.
- Cuarta época (1940-1948): etapa de postguerra. Destacan, sobre todo, el interior del Café Dindurra en Gijón (no os perdáis la oportunidad de conocerlo) y el teatro Arango (hoy, Corporación Dermoestética), en la misma ciudad.
Como se ve, sólo hemos hablado de edificios de carácter público, pero la producción de casa privadas es increíble. Quizás pudiera achacarse al hecho de ser nacido en Cuba la predilección que por este arquitecto sintieron los indianos. Decenas de palacetes se encentran aún desperdigados por las zonas rurales asturianas. Y, dentro de las ciudades, podemos disfrutar de muchas de sus viviendas urbanas, de gran belleza. Desgraciadamente, gran parte de su obra ha desaparecido, y otra se encuentra acosada por grandes masas de hormigón de los años 60-70 que flanquean estos delicados edificios, por no hablar de los que se reducen a ruinas.
Sólo una pequeña placa recuerda a este arquitecto en una casa cercana al Muro de Gijón. Desde aquí, un pequeño homenaje a un hombre que ha hecho nuestro mundo un poco más hermoso.
jueves, 13 de noviembre de 2008
Normas de protección, ¿podemos respirar tranquilos?
Muchas veces nos consolamos pensando que la administración vela por el patrimonio a través de unas normas de protección, pero ¿son estas normas suficientes? y lo que es más importante, ¿se cumplen las que existen?
La catalogación de edificios a proteger tiene que estar a cargo de arquitectos o historiadores del arte, capacitados para realizar esta labor. Sin embargo, me consta que en algunos lugares el catálogo municipal fue redactado por peritos agrícolas. Sacad vuestras propias conclusiones.
Nos encontramos con varios tipos de protecciones:
- Parcial: que obliga a mantener las fachadas.
- Total: por la que se debe respetar interior y exterior.
- BIC (Bien de Interés Cultural): todo debe respetarse, y el conjunto debe estar abierto al público un número de días al año. Es lo que se conoce como "monumento".
Quisiera llamar la atención sobre la deficiente protección que sufren algunos edificios, a los que se le aplica una protección de fachada para reconvertirlos en apartamentos modernos. Si bien es cierto que muchas veces es el único camino para salvarlos de la ruina, esta medida terminará por privarnos de cualquier ejemplo que nos ilustre sobre los antiguos tipos de construcción.
En la imagen, edificio de Manuel del Busto que será derribado en su interior, conservando sólo su armazón para albergar "apartamentos de lujo en edificio histórico".
Arquitectura popular: ¿estamos hablando de arte?
España se encuentra entre los países con más patrimonio artístico del mundo. Tal vez por eso las administraciones se han decantado por aplicar medidas de protección a los edificios más destacados (según el baremo tradicional). Esto implica dar la espalda a una gran cantidad de edificios que no tienen autor conocido. Hablamos de la arquitectura popular o mal llamada rural. Es ésta la arquitectura de nuestros padres, una manifestación artística inteligente que se adapta a las condiciones geográficas y climatológicas con gran habilidad. Hoy, por el desconocimiento de su valor, se desprecian y abandonan estos edificios, y vemos cómo los "chalets" van inundando nuestros pueblos, quitándoles toda la dignidad.
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